
Los ruidos de todo tipo, disfrazados de música, de noticias y de series de televisión, se han convertido en las barreras sonoras del espíritu en esta sociedad, impidiéndonos escucharnos a nosotros mismos.
Lo que la sociedad moderna parece haber olvidado, es que la verdadera esencia del desarrollo espiritual está en las cosas que pensamos, en los mensajes que constantemente nos transmitimos a nosotros mismos, en la guerra civil del alma humana que libramos a diario. Pero, mientras no guardemos silencio y escuchemos, jamás podremos saber qué es lo que realmente ocurre ni siquiera en nosotros mismos. O especialmente en nosotros mismos.
El silencio nos horroriza, porque nos pone frente a nosotros mismos. El silencio es un aspecto muy peligroso de la vida. Nos dice qué es lo que nos obsesiona. Nos recuerda qué es lo que no hemos resuelto aún en nuestro interior. Nos muestra la otra cara de nosotros mismos, de la que no podemos escapar, que no podemos camuflar con cosméticos ni modificar a base de dinero, de títulos o de poder. El silencio nos deja a solas con nosotros mismos. En otras palabras, el silencio es el mayor maestro de la vida. Nos muestra lo que tenemos que ser y lo mucho que aún nos falta para serlo.
El silencio es justamente eso que precede a la voz de Dios. Es el vacío en el que Dios y yo nos encontramos en el centro mismo de mi alma. Es la caverna que nuestro espíritu tiene que atravesar, eliminando a su paso la disonancia de la vida, para que pueda llenarnos el Dios que allí espera que lo percibamos.
Un día sin silencio es un día sin la presencia del yo. La presión y el esfuerzo de un día ruidoso nos niegan el consuelo de Dios. Es un día en el que somos zarandeados por el mundo que nos rodea y dejados a merced del estruendo y la cháchara de nuestros propios corazones. Tenemos que sofocar la cacofonía del mundo que nos rodea y entrar en nosotros mismos a esperar al Dios que se muestra como un susurro, no como una tormenta. El silencio no sólo nos da al Dios que es Sosiego, sino que además -lo cual es igualmente importante- nos enseña lo que hemos de decir.